lunes, 15 de septiembre de 2014

LA ROSA Y EL RUISEÑOR

Levemente entre sueños
se escuchaba la voz,
despertaba  el Alba,
se desperezaban los colores, 
abrían  sus ojos las flores
vestidas ellas de sedas y terciopelos.

Entre el amanecer risueño
sobresalía una Rosa,
era encanto y lucidez.

En no ser perezosa
estiraba su esbeltez
y bien sus ojos y oídos
buscaban el canto de un Ruiseñor
que su atención llamaba
con esmero y gran primor.

Más a la Rosa,
en su interés se le antoja
poner su mirada
en una ramita con una hoja.

¡Hola, preciosa princesa!
--el Ruiseñor expresó--,
 estoy meneando la hoja
 al tiempo que mi canto
te puedo ofrecer,
para que en tu contento,
me puedas ver.

Más, primero
quiero ser
discretamente cortés
ya que mucho me enamora tu ser.

Con tu permiso
a ti quisiera llegar
es tanta tu hermosura
que tu aroma
me ha hecho embriagar.

-En escuchar sumisa
se entusiasma la  Rosa
y al deleite
responde honrosa-.

“Si no me tomas,
viniendo a mí en un vuelo,
ya ves,
yo del jardín salir no puedo”.
Si tú en mí, confianza pones
a ti llego
rendido por tu bálsamo y  fragancia.

Con su canto el Ruiseñor
a la Rosa se acercó:
Sultana de mi palacio
quiere hacerte mi intención.

Sabido es que mi aroma
siempre será decente
y contigo seré para siempre,
-dijo la rosa enamorada y complaciente-.

Hurgó el Ruiseñor la tierra,
hasta la última raíz sacó su aroma.
En su jardín de palacio,
bajo un árbol, entre sol y sombra,
plantó la Rosa.

El Ruiseñor a plena voz cantaba
y pletórica de esencias la Rosa,
como espíritus afines de corazón,
feliz entre cantos, besicos y alegría
fue la Rosa y  el Ruiseñor.

                                                 Mª pilar Novales Fandos

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