Tiene fría la
sangre, le cuesta correr por las venas, por sus arterias obstruidas.
El corazón deja su
latir entusiasta, se aleja de la vida competitiva, destronada de su energía.
No busca en las
estancias de la memoria los amores que en otro tiempo llenaron su piel de
caricias.
De tantos dulces
sabores, de eternos momentos vividos y atardeceres felices de ternuras.
Ahora tan solo ve
un camino desierto, tan solo un perrito, pequeño, tierno y mimoso, va delante.
Lo llama con un
hilito de voz. Chus…, Chus… El perrito,
tierno y mimoso, sigue el camino…
Ese perrito será su
guía para llegar a la mansión celeste, llenita de flores, la que nunca atendió a imaginar.
Está muy cansado,
se va flaqueando el pulso. Antes de entrar en el sopor del sueño infinito…
Quiere pedir perdón
a los tantos tachones del libro de la existencia de su vida que Dios le dio al
nacer.
De eso, nada
recuerda pero busca en su introspección. Pide perdón por
sus faltas.
Ahora ve que el
mundo terreno tan solo era un paso para el Mundo Eterno de la Luz.
Mª Pilar Novales
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