Cuando se enciendan mis ojos entenderé el dar gracias a Dios
por vivir. Por llegar al mundo para crecer mi espíritu y entender que el ser
humano ha de aprender la savia del Amor sin presunción, acaso, será la humildad
eslabón de virtud y talento para “persuadir” dificultades que como trampolín de
inquietud y aprendizaje se presentarán.
Pero entenderé que la caída no es una derrota sino un
aprendizaje hacia lo sublime. Entenderé que la vida tiene nombres propios y hay
que tomar el timón del barco de nuestra propiedad que es el “YO” de cada ser
humano.
Entenderé que la cosecha de nuestra vida es según hayamos
sembrado, y que aunque no siempre el tiempo vaya a favor, hay que ser fuertes
para el trabajo encomendado por ese Dios supremo que nos mandó al mundo para
reciclarnos, para aprender y enriquecer nuestro espíritu.
Pilar Novales
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