Lo mismo que la rosa exhala por cada pétalo su aroma y color,
así la palabra se torna en dulzura con
licencia a ser hermosa saliendo de la mente, el alma o el corazón de cada ser
humano.
Sin filosofar momentos dando rienda suelta a la adrenalina, la
mente dispara la palabra hiriendo algún noble pensamiento, hacia un sentir
abnegado ausentándose los dioses de la sublime ternura del sentir poético de
los sueños.
Esa palabra que pudo ser dicha de entendimientos, de eterna
sensibilidad emotiva, se desliza inquieta y sangrante. “Tú, palabra que en las
aguas dulces del río de las emociones diáfanas, juraste sensatez eterna,
vulneras sensaciones de transparencia y pudor”.
Sin producirse la base respetuosa de escusa al sentir
indolente, quizá, la savia de la sonrisa se evaporó en la confusión dejando un
sentir incoherente en brazos de un mundo perecedero y acaso en desatino de ti
misma, la palabra.
Pilar Novales
Pilar Novales
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