sábado, 24 de febrero de 2018

RELATO AGATOCLIA BLOIS

                                   
                                  

CAPÍTULO PRIMERO

     Agatoclia  ponía el adjetivo a su nombre de  “cautiva, envuelta   entre oleajes de un  mar bravío, entre   arenas   movedizas de la mentira que nunca pensó, ser víctima de desafortunados y envolventes encuentros”.

     Cuantas veces se ama en silencio y se sufre igualmente en la reclusión de ese silencio rompiéndose al final el corazón en mil pedazos.

     Se quedan marchitos y  sedientos los labios con la boca deshidratada y el cuerpo hundido entre oleajes de olas ebrias, confundiendo los transmisores de una mente durante varios años, esperando tras los cristales, vestidos con cortinajes de tejidos sedosos y bordados de lujo.

     Desnuda de dolor, entre ansias y tormentos de inquietud, desolada y en esa tormenta de lloros de impotencia, y al mismo tiempo de ignorancia, estalla la culpa de engaños, de desazón,  de borrascas y tormentas.

     -“¡Oh, Febo!" ¿Cómo puedes iluminar mi entendimiento para percibir la mentira, cuajada de palabras con sonrisa en la boca, con engaños en la mirada de un ser aprovechándose de mi inocencia?

     -Roto mi corazón difícil de zurcir su herida, lastimado hasta lo más profundo del alma,  ¿qué puedo hacer yo?

     -¿Cómo enmendar pudiera tan dislate entendimiento, que aún mi sueño queda absorto, y también ajeno en dañar a nadie?

     De esta forma andaba el pensamiento de Agatoclia. Tenía más que razones, había sido herida por la vileza de no entender la labia al tiempo  de la persuasión  de un hombre.

     Ella, como decían en su pueblo, -y no les faltaba razón- había sido la “segundona”, amante de un hombre casado que mañas tenía en envolver su vida, mientras ella, lo creía con risas de “perchero de domingo”, soltero y cuidador de una madre enferma y dominante.

     Risas, sonrisas y mentiras con regalos dineros y aposentos, que él, bien  consideraba decir: “Toma paloma de mis vientos, esto para nuestro futuro”.

    -Así me halagó en dineros, joyas y hacienda, que a buen recaudo,  fui esmeradamente guardando para aquel futuro nuestro, y que nunca tenía una fecha determinada, ni en aproximación, aquello era un  indefinido futuro.

        Día tras día, meses y algunos años, pasaron, que por cuidar a su madre, y  ésta, ser absorbente en   no  desprenderse de  su querido hijo, -ese su hijo,  Casildo que no le permitía tener amores, y mucho menos casarse y dejar de asir a  su amante madre con ya avanzada edad.

      Mientras, esa ilusión de salvaje arboleda y mar bravío e intensos vuelos,  iba rellenando el  próximo futuro nupcial.

     -Un día de larga espera, sonó el timbre de mi apartamento, -comprado por Casildo para aquel “nuestro futuro nidito de Amor”. 

     Una señora de elegante porte, dama por  más  señas, se expresaba de esta forma:  

     -¡Hola! -dijo la  dama.

     -¡Hola!  -“contesté yo  en mi candidez”.  -Ella preguntó:

     -¿Es usted Agatoclia?

     -Sí, soy yo,

     -¿y usted, por favor?

    -¿Quién es y qué desea? 

    -“Simplemente conocerla, tan solo tengo la dirección que pude conseguir de la secretaria de  mi esposo, el empresario Casildo de Pelayo”, -dijo la dama.

   -“Quedé petrificada, pensé enloquecer pensando con rapidez haberse tragado  mi  persona alguna de aquellas fuertes olas en aquel mar bravío  de la Costa Brava, hermoso lugar donde pasamos las últimas vacaciones, para nunca, volver al mundo de la material  vida terrena”.

   -Cerré los ojos, la invité a pasar. Ella,  aquella dama que me enseñó su identificación y foto con sus dos hijas en compañía de Casildo, era alucinante.

      Me disculpé con todo el respeto al tiempo que mis lágrimas, no podían detener la locura de llorar de dolor, de rabia e ignorancia de varios años viviendo en  la loca mentira, y sobre todo, en aquel “pecado”.

     -Ahora, mi esposo está de viaje, -dijo la esposa de Casildo.

     -Sí, repuse desorientada de mi propia identidad.

     -“Me había comentado que estos días, saldría fuera”.

     -Seguramente, una de las pocas verdades,  coinciden con usted y con la vida de Casildo -dijo la elegante dama.

     -“¡Cielos, qué ignorancia la mía, qué insensatez de creer a un hombre que cuidaba de su anciana madre y no le permitía libertad!”

     En el mar de mis lágrimas, la señora se sentó conmigo en el sofá intentando apaciguar mis sollozos.

     -“No se  preocupe amiga -siguió ella, no es la primera vez que encuentro la amante de mi esposo, que con mentiras, les envuelve el futuro.

     “Un futuro que evidentemente, nunca llega. Su compromiso está en su casa, con su familia que somos, su esposa y sus dos hijas. La madre de Casildo tiempos hace que falleció”, -aclaró la señora.

       -Ahora, yo, le pido el favor, y por el bien de mis hijas adolescentes, tenga usted la dignidad de dejar a mi esposo, tome su  libertad ya que a usted, con mentiras la ata a sus caprichos -indicó ella con naturalidad.

     -Mis lloros, y más mis lloros, fueron la despedida de aquella respetable señora dejando un gran lamento en mis haberes emocionales.

     Yo no pensaba decir nada cuando Casildo que, eufórico y con un regalo en sus manos, volvió “encendido de Amor”.

     Simplemente comenté. “Si quieres te devuelvo todo lo que me has dado, pero piensa, que se ha podido evaporar en un futuro de mentiras.

     “Nunca pensé que mi persona pudiera dañar a nadie ni a esposas ni a hijas ya desde su más tierna infancia, ahora ya adolescentes”.

     “Ese daño que me has hecho en engaños, y que yo, en mi ignorancia y creencia en ti, te he aceptado,  no tiene ni respuesta ni perdón. Podré devolverte cuanto me has dado, ---dije yo desprendida y dolida.

     Casildo, se refugió diciéndole que la quería, y también quería a su esposa y que nunca pensaba hacer daño sino que, la vida le había tocado al revés. Nada quería de lo que le había dado, era a cuenta de haberle hecho feliz.

      Acabó aquella relación dolorosa con un adiós. 

     -“Que el cielo no te permita pecar más veces en el respeto a una digna familia”. Finalizando así los  “amores” con  Casildo.

    Todas las disculpas fueron pocas, arrepentida Agatoclia de su incapacidad de madurez, le dijo un “hasta siempre con aquel adiós para nunca verle más”.

     Le puso todas sus pertenencias personales en las dos maletas que tenían iguales, y compradas por Casildo, donde metían  el  equipaje para ir de vacaciones, y siempre a lugares diferentes y exóticos.

     Se fue llorando, no sabía Agatoclia si por perderla  o por su orgullo en descubrirle.

CAPÍTULO SEGUNDO

      Después de la introspección de su vida con sus treinta y cuatro años, un día  -en la  constante insistencia de  su confidente e íntima amiga Lupe, ya pasados un par de meses, pensó  que podían ir de vacaciones a la playa y animarla, cambiar su situación emocional buscando otras opciones para su futuro.

     En la Costa Dorada, Lupe tenía a su hermana con un negocio de hostelería, alquilaba apartamentos y allí, podían pasar unos días de asueto, tranquilidad y relax emocional.

     Así,   Agatoclia,  -Aga, para sus familiares y amigos desde el momento de salir de la vida anterior-  comenzó a renacer y madurar con alegría y optimismo, pensó  en poner algún negocio, dar giro a “los haberes para el futuro”.

     Ella era de oficio peluquera, deseando  poner hasta un salón de belleza  en algún lugar  atractivo, vistoso y elegante.

     Eran años de prosperidad económica y podía enderezar su posición, para eso, tendría que olvidar el haber sido “amante escondida, enclaustrada” por un hombre vicioso e irresponsable de su familia en cuanto al respeto y honestidad.

      Evaporar aquel rubor  que aún mantenía en sus mejillas y que bien quería deshinchar hasta su cerebro, y aunque no era fácil, tampoco imposible y no muy arriesgado.

     Había que higienizar el presente poniendo una tupida barrera al pasado, hacer de su existencia un mundo nuevo, equilibrado y vivir, vivir…

     Tomando el desayuno en la terraza del restaurante de la hermana de Lupe, pasando una semana de estar allí, un amigo de la familia de Lupe, coincidió  con ellas en presentarlas al tiempo del desayunar.

     Pedro, -que así se llamaba- les contó días más adelante en los paseos por la playa, que había salido de una nulidad matrimonial.

     Fue por adulterio reiterativo de su esposa con su mejor amigo. La había perdonado más de una vez, pero en seguir las andadas, acabó con su matrimonio.

     Le dejó su “fortuna”, incluso una magnífica tienda de ropa que era lo que sostenía la vida económica.

     Así, Pedro, quedó con una pequeña cuenta de dinero buscando empleo mientras renovaba su existencia hacia el futuro de un mundo mejor en libertad.

      En esta conexión, Aga y Pedro, fueron  coincidiendo en la empatía buscando cambiar la desafortunada vida amorosa  que a los dos les había  tocado vivir.

     Aga, ha vendido aquel piso de su propiedad, según ella, “mal ganado comprado por el amante” ha comprado un buen apartamento en la costa, invirtiendo en un local  para negocio playero de  ropa italiana.

      Lo mejor era cambiar los haberes a otros menesteres de trabajos de lo que tendría que vivir en adelante,  así daría evolución a su futuro de vida nueva.

     Claro, Aga, tenía la digna profesión de peluquera pero de momento ya iría pensando.

     Y pensó en que Pedro, tenía profesionalidad en aquellos negocios de vendedor y confiando en aquel lastimado y magnífico ser…

     -“Perdona, Pedro, -dijo Aga-, puedo ofrecerte  mi casa  y unirnos en el trabajo, sé que tú careces de haberes pero he de considerar tu profesionalidad en  lo cual confío plenamente en ti.

     -“Sí,  nada puedo ofrecerte sino aportar mi trabajo aunque  mi profesión ha sido de peluquero de hombre-mujer y sé que habré de ser respetuoso por Amor a una mujer tan maravillosa como tú” -expresó Pedro alentando del presente al camino futuro.

     No salía de su asombro, aquella profesión de Pedro de ser peluquero desestimó el negocio de ropa italiana, pero, puesto que el local adquirido era grande, bien se podía poner una parte para salón de peluquería y la otra para aquella tienda de ropa.

    Habló del tema seriamente con su querida amiga Lupe, la que tanto le acompañó en momentos tan desasidos de aquella su existencia emocionalmente amorosa, y al ser Lupe modista, sería el negocio completo por si había que hacer arreglos en vestidos o trajes. -Lupe, sonrió emocionada por aquel trabajo que le iba a ir de maravilla.

     Su amiga accedió entusiasta a aquellos negocios, y puesto que su hermana  vivía  allí con su restaurante y negocio de apartamentos alquilados en verano, ¡“viento en popa”!

      -“Nuestros negocios no iban a ser menos, pues bien entre todos, íbamos a unir clientela”, -confió en decirse así misma  Aga.

     Su vivienda era grande, vivía allí los tres juntos,  con respeto, seriedad y Amor en total fraternidad. 

     Aquello era lo que ella quería en su vida, la seriedad de un hombre digno, fiel amigo y trabajador.

      En dos años, -ya de comenzar sus trabajos, puesto que era tienda y peluquería-,  el administrador que llevaba las cuentas de la hermana de su amiga, era un letrado entendido en negocios.

     Desde el principio, les condujo en el apoyo necesario para desenvolverse con profesionalidad los tres, y aún dieron trabajo a  dos  personas  más.

     Así, estaban tres en la peluquería y dos en aquella pequeña  tienda de moda italiana, teniendo de ambas, clientela que en primavera, verano y otoño, era un trabajo inmenso.

     -En invierno, al enamorarse de mí el letrado y administrador, y mi amiga que emocionalmente andaba tras el querido Pedro, nos íbamos de vacaciones a lugares cálidos o fríos a esquiar en la nieve.

     Quedaban en el trabajo las dos empleadas, cada una en su oficio pues al bajar la temporada con las dos se cumplía el trabajo y nunca se cerraban los locales. Al volver nosotros todos de vacaciones, ellas tenían las vacaciones suyas.

     En el año tres de conocerse, Pedro, Paola, y Aga con  el administrador, la amiga Paola y Pedro, deciden  casarse al tiempo que -el administrador Feliciano, y a tal decisión de los amigos-, Feliciano pide la mano de Aga.

     La sorpresa fue multiplicada, se casaron los cuatro el mismo día y a la misma hora y en el mismo juzgado siendo el ágape en el restaurante familiar.

     “¡Nunca pensé tener aquella suerte en el venidero tiempo, sin pensar acaso, lo que podría depararme el destino.

     -¡Nuestras  vidas corren paralelas, entusiastas, respetuosas con un Amor de solvencia recíproca siendo un matrimonio ejemplar y feliz al igual que nuestros entrañables amigos.

A  VECES DE UN NEGATIVO INFELIZ
SE PUEDE SACAR UN BUEN FIN,
DEPENDE DEL CAMINO
QUE SE PUEDA DIRIGIR.

SIN ORGULLO NI PESARES,
MÁS, SE HA  DE PONER BARRERAS
A UN PASADO DE SUFRIR.
Y QUE MUCHO HA DE MEDITARSE
EN CORDURA Y APRENDERSE A CONDUCIR.

QUE NUNCA LAS COSAS PASAN
POR CASUALIDAD
SINO POR CAUSA ENVOLVENTE
                      DE LA CAUSALIDAD.            

                                                                     Autora María Pilar Novales

      RELATO DE AGATOCLIA BLOIS, SE ACABÓ DE ESCRIBIR EN  NOVIEMBRE DEL AÑO DOS MIL CATORCE       rpisc        


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