CAPÍTULO PRIMERO
Agatoclia ponía el adjetivo a su nombre de “cautiva,
envuelta entre oleajes de un mar bravío, entre
arenas movedizas de la mentira que nunca pensó, ser
víctima de desafortunados y envolventes encuentros”.
Cuantas veces se ama en silencio y se sufre igualmente en la reclusión
de ese silencio rompiéndose al final el corazón en mil pedazos.
Se quedan marchitos y sedientos los labios con la boca deshidratada
y el cuerpo hundido entre oleajes de olas ebrias, confundiendo los transmisores
de una mente durante varios años, esperando tras los cristales, vestidos con
cortinajes de tejidos sedosos y bordados de lujo.
Desnuda de dolor, entre ansias y tormentos de inquietud, desolada y en
esa tormenta de lloros de impotencia, y al mismo tiempo de ignorancia, estalla
la culpa de engaños, de desazón, de borrascas y tormentas.
-“¡Oh, Febo!" ¿Cómo puedes iluminar mi entendimiento para percibir
la mentira, cuajada de palabras con sonrisa en la boca, con engaños en la
mirada de un ser aprovechándose de mi inocencia?
-Roto mi corazón difícil de zurcir su herida, lastimado hasta lo más
profundo del alma, ¿qué puedo hacer yo?
-¿Cómo enmendar pudiera tan dislate entendimiento, que aún mi sueño queda absorto, y también ajeno en dañar a nadie?
De esta forma andaba el pensamiento de Agatoclia. Tenía más que razones,
había sido herida por la vileza de no entender la labia al tiempo de la
persuasión de un hombre.
Ella, como decían en su pueblo, -y no les faltaba razón- había sido la
“segundona”, amante de un hombre casado que mañas tenía en envolver su vida,
mientras ella, lo creía con risas de “perchero de domingo”, soltero y cuidador
de una madre enferma y dominante.
Risas, sonrisas y mentiras con regalos dineros y aposentos, que él,
bien consideraba decir: “Toma paloma de mis vientos, esto para nuestro
futuro”.
-Así me halagó en dineros, joyas y hacienda, que a buen recaudo,
fui esmeradamente guardando para aquel futuro nuestro, y que nunca tenía
una fecha determinada, ni en aproximación, aquello era un indefinido
futuro.
Día tras día, meses y algunos años, pasaron, que por cuidar a su madre,
y ésta, ser absorbente en no desprenderse de su
querido hijo, -ese su hijo, Casildo que no le permitía tener amores, y
mucho menos casarse y dejar de asir a su amante madre con ya avanzada
edad.
Mientras, esa ilusión de salvaje arboleda y mar bravío e intensos
vuelos, iba rellenando el próximo futuro nupcial.
-Un día de larga espera, sonó el timbre de mi apartamento, -comprado
por Casildo para aquel “nuestro futuro nidito de Amor”.
Una señora de elegante porte, dama por más señas, se
expresaba de esta forma:
-¡Hola! -dijo la dama.
-¡Hola! -“contesté yo en mi candidez”. -Ella preguntó:
-¿Es usted Agatoclia?
-Sí, soy yo,
-¿y usted, por favor?
-¿Quién es y qué desea?
-“Simplemente conocerla, tan solo tengo la
dirección que pude conseguir de la secretaria de mi esposo, el empresario
Casildo de Pelayo”, -dijo la dama.
-“Quedé petrificada, pensé enloquecer pensando con rapidez haberse tragado mi persona alguna de aquellas fuertes olas en aquel mar bravío de la Costa
Brava, hermoso lugar donde pasamos las últimas vacaciones, para nunca, volver
al mundo de la material vida terrena”.
-Cerré los ojos, la invité a pasar. Ella, aquella dama que me
enseñó su identificación y foto con sus dos hijas en compañía de Casildo, era
alucinante.
Me disculpé con todo el respeto al tiempo que mis lágrimas, no podían
detener la locura de llorar de dolor, de rabia e ignorancia de varios años
viviendo en la loca mentira, y sobre todo, en aquel “pecado”.
-Ahora, mi esposo está de viaje, -dijo la esposa de Casildo.
-Sí, repuse desorientada de mi propia identidad.
-“Me había comentado que estos días, saldría fuera”.
-Seguramente, una de las pocas verdades, coinciden con usted y con la vida de Casildo -dijo la elegante dama.
-“¡Cielos, qué ignorancia la mía, qué insensatez de creer a un hombre que cuidaba de su anciana madre y no le permitía libertad!”
En el mar de mis lágrimas, la señora se sentó conmigo en el sofá
intentando apaciguar mis sollozos.
-“No se preocupe amiga -siguió ella, no es la primera vez que
encuentro la amante de mi esposo, que con mentiras, les envuelve el futuro.
“Un futuro que evidentemente, nunca llega. Su compromiso está en su
casa, con su familia que somos, su esposa y sus dos hijas. La madre de Casildo
tiempos hace que falleció”, -aclaró la señora.
-Ahora, yo, le pido el favor, y por el bien de mis hijas adolescentes,
tenga usted la dignidad de dejar a mi esposo, tome su libertad ya que a
usted, con mentiras la ata a sus caprichos -indicó ella con naturalidad.
-Mis lloros, y más mis lloros, fueron la despedida de aquella respetable
señora dejando un gran lamento en mis haberes emocionales.
Yo no pensaba decir nada cuando Casildo que, eufórico y con un regalo en
sus manos, volvió “encendido de Amor”.
Simplemente comenté. “Si quieres te devuelvo todo lo que me has dado,
pero piensa, que se ha podido evaporar en un futuro de mentiras.
“Nunca pensé que mi persona pudiera dañar a nadie ni a esposas ni a
hijas ya desde su más tierna infancia, ahora ya adolescentes”.
“Ese daño que me has hecho en engaños, y que yo, en mi ignorancia y
creencia en ti, te he aceptado, no tiene ni respuesta ni perdón. Podré
devolverte cuanto me has dado, ---dije yo desprendida y dolida.
Casildo, se refugió diciéndole que la quería, y también quería a su
esposa y que nunca pensaba hacer daño sino que, la vida le había tocado al
revés. Nada quería de lo que le había dado, era a cuenta de haberle hecho
feliz.
Acabó aquella relación dolorosa con un adiós.
-“Que el cielo no te permita pecar más veces en el respeto a una digna familia”. Finalizando así los “amores” con Casildo.
-“Que el cielo no te permita pecar más veces en el respeto a una digna familia”. Finalizando así los “amores” con Casildo.
Todas las disculpas fueron pocas,
arrepentida Agatoclia de su incapacidad de madurez, le dijo un “hasta siempre
con aquel adiós para nunca verle más”.
Le puso todas sus pertenencias personales
en las dos maletas que tenían iguales, y compradas por Casildo, donde
metían el equipaje para ir de vacaciones, y siempre a lugares
diferentes y exóticos.
Se fue llorando, no sabía Agatoclia si por
perderla o por su orgullo en descubrirle.
CAPÍTULO SEGUNDO
Después
de la introspección de su vida con sus treinta y cuatro años, un día -en la constante insistencia de
su confidente e íntima amiga Lupe, ya pasados un par de meses, pensó que
podían ir de vacaciones a la playa y animarla, cambiar su situación emocional
buscando otras opciones para su futuro.
En la Costa Dorada, Lupe tenía a su hermana con un negocio de
hostelería, alquilaba apartamentos y allí, podían pasar unos días de asueto,
tranquilidad y relax emocional.
Así, Agatoclia, -Aga,
para sus familiares y amigos desde el momento de salir de la vida anterior-
comenzó a renacer y madurar con alegría y optimismo, pensó en poner
algún negocio, dar giro a “los haberes para el futuro”.
Ella era de oficio peluquera, deseando poner hasta un salón de
belleza en algún lugar atractivo, vistoso y elegante.
Eran años de prosperidad económica y podía enderezar su posición, para
eso, tendría que olvidar el haber sido “amante escondida, enclaustrada” por un
hombre vicioso e irresponsable de su familia en cuanto al respeto y honestidad.
Evaporar aquel rubor que aún mantenía en sus mejillas y que bien
quería deshinchar hasta su cerebro, y aunque no era fácil, tampoco imposible y
no muy arriesgado.
Había que higienizar el presente poniendo una tupida barrera al pasado,
hacer de su existencia un mundo nuevo, equilibrado y vivir, vivir…
Tomando el desayuno en la terraza del restaurante de la hermana de Lupe,
pasando una semana de estar allí, un amigo de la familia de Lupe, coincidió
con ellas en presentarlas al tiempo del desayunar.
Pedro, -que así se llamaba- les contó días más adelante en los paseos
por la playa, que había salido de una nulidad matrimonial.
Fue por adulterio reiterativo de su esposa con su mejor amigo. La había
perdonado más de una vez, pero en seguir las andadas, acabó con su matrimonio.
Le dejó su “fortuna”, incluso una magnífica tienda de ropa que era lo
que sostenía la vida económica.
Así, Pedro, quedó con una pequeña cuenta de dinero buscando empleo
mientras renovaba su existencia hacia el futuro de un mundo mejor en libertad.
En esta conexión, Aga y Pedro, fueron coincidiendo en la empatía
buscando cambiar la desafortunada vida amorosa que a los dos les había
tocado vivir.
Aga, ha vendido aquel piso de su propiedad, según ella, “mal ganado
comprado por el amante” ha comprado un buen apartamento en la costa,
invirtiendo en un local para negocio playero de ropa italiana.
Lo mejor era cambiar los haberes a otros menesteres de trabajos de lo
que tendría que vivir en adelante, así daría evolución a su futuro de
vida nueva.
Claro, Aga, tenía la digna profesión de peluquera pero de momento ya
iría pensando.
Y pensó en que Pedro, tenía profesionalidad en aquellos negocios de
vendedor y confiando en aquel lastimado y magnífico ser…
-“Perdona, Pedro, -dijo Aga-, puedo ofrecerte mi
casa y unirnos en el trabajo, sé que tú careces de haberes pero he de
considerar tu profesionalidad en lo cual confío plenamente en ti.
-“Sí, nada puedo ofrecerte sino aportar mi trabajo aunque mi
profesión ha sido de peluquero de hombre-mujer y sé que habré de ser respetuoso
por Amor a una mujer tan maravillosa como tú” -expresó Pedro alentando del
presente al camino futuro.
No salía de su asombro, aquella profesión de Pedro de ser peluquero
desestimó el negocio de ropa italiana, pero, puesto que el local adquirido era
grande, bien se podía poner una parte para salón de peluquería y la otra para
aquella tienda de ropa.
Habló del tema seriamente con su querida
amiga Lupe, la que tanto le acompañó en momentos tan desasidos de aquella su
existencia emocionalmente amorosa, y al ser Lupe modista, sería el negocio
completo por si había que hacer arreglos en vestidos o trajes. -Lupe, sonrió
emocionada por aquel trabajo que le iba a ir de maravilla.
Su amiga accedió entusiasta a aquellos negocios, y puesto que su
hermana vivía allí con su restaurante y negocio de apartamentos
alquilados en verano, ¡“viento en popa”!
-“Nuestros negocios no iban a ser menos, pues bien entre todos, íbamos a
unir clientela”, -confió en decirse así misma Aga.
Su vivienda era grande, vivía allí los tres juntos, con respeto,
seriedad y Amor en total fraternidad.
Aquello era lo que ella quería en su vida, la seriedad de un hombre
digno, fiel amigo y trabajador.
En dos años, -ya de comenzar sus trabajos, puesto que era tienda y
peluquería-, el administrador que llevaba las cuentas de la hermana de su
amiga, era un letrado entendido en negocios.
Desde el principio, les condujo en el apoyo necesario para desenvolverse
con profesionalidad los tres, y aún dieron trabajo a dos personas
más.
Así, estaban tres en la peluquería y dos en aquella pequeña tienda
de moda italiana, teniendo de ambas, clientela que en primavera, verano y otoño,
era un trabajo inmenso.
-En invierno, al enamorarse de mí el letrado y administrador, y mi amiga
que emocionalmente andaba tras el querido Pedro, nos íbamos de vacaciones a
lugares cálidos o fríos a esquiar en la nieve.
Quedaban en el trabajo las dos empleadas, cada una en su oficio pues al
bajar la temporada con las dos se cumplía el trabajo y nunca se cerraban los
locales. Al volver nosotros todos de vacaciones, ellas tenían las vacaciones
suyas.
En el año tres de conocerse, Pedro, Paola, y Aga con el
administrador, la amiga Paola y Pedro, deciden casarse al tiempo que -el
administrador Feliciano, y a tal decisión de los amigos-, Feliciano pide la
mano de Aga.
La sorpresa fue multiplicada, se casaron los cuatro el mismo día y a la
misma hora y en el mismo juzgado siendo el ágape en el restaurante familiar.
“¡Nunca pensé tener aquella suerte en el venidero tiempo, sin pensar
acaso, lo que podría depararme el destino.
-¡Nuestras vidas corren paralelas, entusiastas, respetuosas con un
Amor de solvencia recíproca siendo un matrimonio ejemplar y feliz al igual que
nuestros entrañables amigos.
A VECES DE UN
NEGATIVO INFELIZ
SE PUEDE SACAR UN BUEN
FIN,
DEPENDE DEL CAMINO
QUE SE PUEDA DIRIGIR.
SIN ORGULLO NI PESARES,
MÁS, SE HA DE
PONER BARRERAS
A UN PASADO DE SUFRIR.
Y QUE MUCHO HA DE
MEDITARSE
EN CORDURA Y APRENDERSE
A CONDUCIR.
QUE NUNCA LAS COSAS
PASAN
POR CASUALIDAD
SINO POR CAUSA
ENVOLVENTE
DE
LA CAUSALIDAD.
Autora
María Pilar Novales
RELATO DE AGATOCLIA BLOIS, SE ACABÓ DE ESCRIBIR EN NOVIEMBRE DEL AÑO DOS
MIL CATORCE rpisc
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