Tiene dentro una herida más en su dulce
infancia tiene limpio el corazón del valor de su inocencia.
No
entiende la razón al hospedarse en la lúgubre gruta que le acogió la vida sin dar a su pensamiento
respuesta.
Navega en un navío sin rumbo, su techo está en
la calle a expensas de las migajas, o en la tierra roe el hueso de un perro con
quien se ha hecho amigo.
Desperdicios de la malquerencia, desventura del desaliento que en su ternura no atina su alma a entender por qué algunos niños todo tienen y otros de hambruna pueden perecer.
Su estómago es chiquitito al tiempo solo
quiere dormir, es su alimento, su sueño de haberes, de comer y de risas donde
encuentra comida, ropa limpia y nueva, juguetes y hasta tiene una bicicleta con dos pedales,
ruedas y hasta una guitarra nueva.
Y corre en los caminos del mundo buscando
cariños y flores, amigos con quienes compartir su merienda de queso, bollos,
chocolate y un maestro que le enseña a dibujar letras y flores con aromas.
Al despertar del feliz sueño, se encuentra
el niño desolado, abstracto, sin pertenencias, sin alegrías y pregunta el niño
a su inocencia:
¿Por qué en el sueño tengo tantas cosas y
al despertar nada del sueño encuentro?
Y se borran de sus momentos las felices
huellas de su bicicleta, y sus huellas carecen de valores, de sentimientos, de
nanas y de caricias y acaso, alguna paliza en la lúgubre sombra de su ser.
Tierna infancia que eres y vives el verso de
la vida porque tú eres poesía, tú eres aliento del mundo futuro, tú eres las
olas de los mares en calma y verdes prados de la siembra de la vida, fruto del
mañana.
Pilar Novales
Gracias Pedro González por motivar algunas de tus letras.
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