Anyélica hacia unos días
que no se encontraba bien de salud. Una aspirina, un calmante, una “dormilina”
para conciliar el sueño…
La
cosa que seguía la tos de tipo perruno y Anyélica, lejos de obedecerle su
garganta, ésta insistente, le privaba la respiración.
Pero…
Ese pero de salir sola de madrugada para urgencias, ya que para ella era la primera
vez que se sentía con tan agobiante prioridad.
Pensó
si era conveniente llamar a su compañero Grégori o no hacerlo,
él trabajaba de noche y quizá según el servicio que tuviera…
La
cosa que Anyélica, decide dejar una nota, vestirse decorosamente y llamar un taxi.
Pronto llegó y el taxista,
--saliendo del coche servicial y complaciente preguntó ante la impresión de
verla mareada—
--¿Qué le sucede señora?
--No es nada, me priva la
respiración y temo a la insistente tos
que tengo, no quiero molestar a mi compañero que trabaja en el horario nocturno.
--Le he dejado una nota por
si llega antes que yo a casa y yo sigo en urgencias. Suba, suba. No tema, yo le
ayudo.
Anyélica se sitúa en el
asiento de delante. El taxista la sujeta
con el cinturón cuidadosa y amablemente.
--No correré y si se marea más hágamelo saber, por favor. ¡Vale? gracias, --dijo Anyélica con cierta voz tenue pero agradecida--.
Me llamo Josué.
--¿Me permite preguntarle su nombre?
Sí, claro. Mi nombre es Anyélica.
--¿Me permite preguntarle su nombre?
Sí, claro. Mi nombre es Anyélica.
Cuando llegaron al
hospital. Josué insiste en aparcar el coche para acompañarla, Anyélica está
mareada y él se siente responsable de ella, ve que es una tierna
chiquilla con una edad madura y dulce en
su expresión educada aun por la tímida y poca conversación que ella da.
Anyélica se niega a tanta
atención, no quiere causar molestia
alguna. El taxista insiste entrando a las consultas de urgencia y pidiéndole la
documentación que requieren en el mostrador, Josué la entrega pasando como
indican a la sala de espera. Se sientan.
El taxista es un chico de
treinta y cinco años. No sabe qué ha sido pero la mira con su figura un tanto
débil, la toma de sus manos.
Aquellas manos de dulce
armonía y fino lirio ¿dónde se podrían encontrar sino en un ser fuera del mundo
donde él nunca pudo imaginar que así
fuera?
Le enardece aquella imagen
de mujer, menuda y grande a la vez. No hay mucha gente.
Josué le pregunta cómo se
encuentra. La tos la abandona por algún momento aunque la garganta le oprime.
¿Qué ha visto aquel
taxista en aquella dama de sesenta años? Ella se pregunta:
¿Qué debo hacer yo en este
lugar con un caballero de finas formas que además hay una energía especial
entre ambos como si de toda la vida conocido fuera?
Josué quiere quitarle la
presión de la garganta y entra en ausentar el momento.
--¿Sabe Anyélica? Me gusta
la música clásica, las baladas, las sevillanas que no dejan de poner alegría en
la circulación venosa y en la mente, un buen concierto energético.
--Siempre llevo la radio
conectada, --dijo él paliando el tiempo de espera-- la política la entiendo, solo como
cultivo de estar al día pero nada me interesa.
--Me gusta buscar la ternura de la vida, el
color de la Naturaleza, el agua dulce de
los ríos, de los manantiales…
Ese frescor de los mares
que sabe a poetas y poetisas… Ese azahar de la vida, la rosa con sus preciados
aromas buscando siempre, no herir las espinas, aunque a veces, hace falta pasar por
dolencias para aprender a cicatrizar mejor los tropezones de la vida, para aprender,
ser agradecidos…
Los ojos de Angelina iban
tomando luz.
--¿Le gusta la riqueza de la cultura verdad?
--"Sí, creo que a usted también verdad"?
--¿Le gusta la riqueza de la cultura verdad?
--"Sí, creo que a usted también verdad"?
--Oh, sí, claro que sí.
Aquella conversación estaba quitando, o quizá olvidando, la presión de aquella garganta triste y dolida.
Aquella conversación estaba quitando, o quizá olvidando, la presión de aquella garganta triste y dolida.
¿No sería un sueño de los
que solía tener con los ojos abiertos? Se tocó la cara percibiendo que era
real.
La megafonía pronunció por
segunda vez el nombre de “Anyélica Espalter pase a consulta número cinco, por
favor”.
La miran con detenimiento,
le hacen placas de tórax, placas en la garganta, presión arterial, glucosa. O
sea que un chequeo a fondo.
La tensión la tiene muy
baja, las taquicardias son frecuentes, descartando no llegar a ser arritmias, cosa que sería más
peligroso.
Su tiroides está en
disfunción y la leve infección que aún solo anda caminando en la zona de
garganta bajando hacia el pecho, la van a coger a tiempo para no declararse
ninguna neumonía.
El diagnóstico es
favorable a excepción de que su ansiedad interna va condicionada por esa
mariposita diminuta situada en la
garganta un tanto traviesa,
que en quitar la leve
infección será una vida tranquila y relajada propia de mentes lúcidas para que
vaya cargando sus pilas fuera de disyuntivas y de ambientes de seres tóxicos.
--Ha hecho bien en venir a
urgencias, evitar enfermedades es el arte de curar alentando el no padecimiento
del paciente. --dice un mcedico muy atento.
Le dan de alta con
prescripción de tomar unos alivios y antibióticos en la alternativa de levantar
defensas y ánimos emocionales.
Josué, es invitado a leer
el justificante médico que le muestra Anyélica y como si de toda la vida se
tratara, ella le da un abrazo con una fraternidad enormemente agradecida de su apoyo y pregunta:
--¿Y tu trabajo de hoy
Josué? -Hoy, respondió él--, ya andaba
acabando la jornada y pedía al cielo que estando en tiempo de Navidad y sin
familia, se me otorgara un milagro de conocer a alguien con quien pasar estos días navideños y comenzar con buen pie
el nuevo año.
--¿Podría haber encontrado a
ese ser?
--No hay nadie que le pudiera acoger quien sabe lo que la vida a veces puede guardar envuelta en alguna sorpresa.
--No hay nadie que le pudiera acoger quien sabe lo que la vida a veces puede guardar envuelta en alguna sorpresa.
El taxista la invita a desayunar, llegarán
a tiempo para conocerse con Grégori, dan un paseo.
Josué cuenta cómo salió de su país de Jerusalén. Es taxista de profesión porque sus estudios de profesor en biología natural, no están convalidados sus estudios fuera de su lugar de origen.
Le mueve la ayuda
humanitaria, el sentir sociable de los menos favorecidos de la sociedad. Más él,
está solo. Sin cariños ni pertenencias pero siempre, siempre anda con
esperanzas.
Anyélica es acompañada en
el taxi por Josué a casa. La pastilla que le han dado en el hospital le
hace efecto y se siente mejorada.
Aquel hombre le ha
inyectado una dosis de ilusión, hay en él un aura especial, le da un abrazo y un beso
en la frente. Perdona, Anyélica, son cariños del más puro sentimiento del alma,
es usted un ángel.
Anyélica piensa que va a
levantar sus ánimos y se va a mejorar. Al entrar al portal llega Grégori. Otro ser magnífico.
Se sorprende y en contarle
lo sucedido da las gracias a Josué lo invita a subir al piso y tomar café.
Harán amistad que sin
conocerse de nada parece ser que son tres seres entrañables protegidos por la
más fina capa celeste.
Las Navidades de los tres
ya nunca estarán solas. La amistad va fraguando entre afectos y empatía.
Un tríptico de composición
familiar contenido. La familia está lejos, o está ausente en el tiempo presente.
Las amistades se fraguan
en estrictos y transparentes sentimientos. Se une en ayudas humanitarias.
Viajan, hacen excursiones juntos.
Reirán, amarán en el más
estricto sentir humano entre respeto y cálidos afectos. Semejanzas de energía
humana, ayudas entre ambos en el más transparente sentir humano.
Grégori, Anyélica y Josué, habían formado una familia de sentimientos positivos, era la dicha de salir de cierta soledad, de dejar un año atrás, de levantar los ánimos fraguando tantos sentimientos humanos, de culturas de diferencia de países…
Pero los tres forman una
alegría en acción bendecida por la fraternidad y el cielo del Amor, ya nunca la Navidad dejará de tener fraternidad
Mª Pilar Novales
Un bonito relato Mª Pilar. Un abrazo
ResponderEliminarMe encanta el relato, me halaga crear, imaginar y plasmar vivencias. Me gusta como escribes. María del Carmen Piriz. Mi abrazo, muchas gracias.
EliminarLo leí hace mucho tiempo y lo he vuelto ha hacer y pese al tiempo transcurrido le he encontrado nuevos matices que en su momento se me debio pasar por alto y me ha gustado bastante más. Muchas gracias por tu atención al dedicarnos horas de escritura para nuestro deleite. Un beso princesa.😚
ResponderEliminarTú, Pilar Gozalo, sabes muy bien interpretar igualmente que escribir, yo muy agradecida a tu sentimientos y amistad.
ResponderEliminar