lunes, 17 de septiembre de 2018

AQUELLAS MANOS

   
                        
     Busco tus manos en las olas del mar en calma, las busco en las flores de azahar, en los jardines de primavera entre rosas y jazmines.

     Me siento en el remanso del río donde aún sonríen sus aguas dulces refrescando nuestras ideas, las ilusiones vivificantes.

     Los besos, entre la suavidad y el dulzor del cariño de nuestros labios se hacen  presentes entre los anhelos de la ciencia de querernos.

     La arquitectura de tu ser se disipa, la música del manantial próximo al río de mi pensamiento, se corta en mi sistema auditivo, se desvanece la arquitectura de la construcción de nuestros sueños.

     El rubí idílico con brillo deslumbrante de nuestros corazones que deslumbraba nuestra imaginación, se va llevando la imaginación de quien fui y no soy nadie sin ti.

      ¡Oh, tiempo de bonanza que no me permites pensarte más para poder seguir! Y se van quedando entre las nubes el humo de nuestra sed de amores.

    Mucho oprime en mi retina y en mis pensamientos el dolor que acentúa el sendero de sentirme sola entre las olas y el río de mis dulzores que vieron nuestras risas.

     Ya no están las manos tuyas para acariciar las mías cuando iban al volante del coche que me regalaste, ya no me pertenece ese coche que a tantos lugres nos ha llevado.

     Aquellos paradores y carreteras y aquellos hoteles en la suite donde la primavera era un jardín del Edén, aquellas noches de sueños reales…

    Nunca pensamos que un día saldría en el periódico tu muerte, y nunca tampoco  pensamos que tu secretaria privada de viaje de negocios no  podría ir al sepelio de tu cuerpo sediento del Amor que me dabas y te respondía.

     Estabas arreglando los papeles de divorcio para dedicarte a mí pero el destino te llevó al etéreo mundo sin pedir ningún permiso.

     Ahora, entre las tristes hojas de otoño, en ese sentir fluido, ya eres todo para mí. He vendido la casa que me diste en propiedad de nuestros sueños y te llevo conmigo a otra ciudad donde no haya recuerdos sino la verdad de nuestras  almas juntas para la eternidad.
Ya vienes conmigo
alma de mi ser,
ya siento tus manos
acariciar mi piel.

Estamos juntos
navegando entre los mares,
en las orillas de los ríos
se sientan nuestros amores.

Ya se aplaca la sed de perderte
somos un lucero y una estrella
en el cielo de la libertad  de quererte,
en  la locura de ser mío para siempre.

                                             Pilar Novales Fandos
 Autora                                          

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