viernes, 16 de enero de 2015

MONÓLOGO DE TELESFORO

El sentir melifluo deleita con dulzor tierno entusiasmando el trato de la palabra destilando miel y encanto. Así era TELESFORO, suave y agradecido.

¿Qué ha sido de mi sonrisa?  –pregunta   Telésforo a su sillón, aquel sillón que dio cobijo, relax y asiento durante tantos años--.

Tú sabes muy bien, querido compañero del descanso de mi intimidad, que aquel Amor que se casó conmigo, no fue Amor a primera vista, mi mente siempre hizo cuanto estuvo a su alcance por compensarla y quererla, por aquel calor, Cariño y sentir profundo que desbordaba para cualquiera  que nos viera y para mí mismo.

Milagros era el propio milagro, el prodigio  de su propio nombre. Yo, era agradecido quitando recuerdos que a veces eran pesadillas de mi juventud, de aquel Amor que quise con alma y corazón.

Ella, aquella mi primera novia Teodora, se casó con otro, fueron medio novios antes de conocerme a mí, él, al quedarse sin novia porque ella se casó con otro, se refugió celosamente en Teodora “o te casas conmigo o te mato” parece ser que le dijo según me contó Teodora. Aquél orgullo de un hombre derrotado de afectos, al parecer no era considerado como hombre de tolerancia hacia el respeto convirtiendo la vida de Teodora en un tormento.

Yo, sabes mi querido sillón, la había conocido  en una noche de verano embarcándonos durante una temporada en aquellos mares de ensueño de juventud. Fue un Amor a primera vista.

Se ausentó de mi vida sin más explicación. A los pocos meses me encontró o me buscó, no lo sé,  yo la había buscado sin resultados y esas fueron sus explicaciones.
Ahora lamentaba, se disculpaba y que ante el miedo se casó con aquel hombre.

Quiso seguir con nuestra amistad, aquella relación pero no, no era mi intención entrar, ni mucho menos en aquel tejemaneje impropio de mi forma de pensar por mucho que la siguiera queriendo. Ahogué el dolor que llevaba dentro de mí, me refugié en ti, recosté mi cabeza contigo pues desde que compré la casa ya de soltero, tú has sido mi preferido, mi confidente, mi mejor y querido amigo.

Me has ayudado a salir de aquella perturbación que tanto puede debilitar a un ser humano, eso que hoy llaman  popularmente depresión, aquella dolencia de tanto haber querido a una mujer dejándome como una rana mendiga en un lugar de secano.

Fue duro sacar de mí  imaginación aquel Amor que no entendía, siendo tan verdadero y tan auténtico, que se evaporara como el humo de una chimenea trastornada por los leños inconcebibles  en arder yéndose el humo sin retorno.

Pasó mucho tiempo, algunos años, yo seguía pensando en ella pero quería desalojarla de alguna manera de mi mente, incluso sacarla de mi pensamiento, higienizar y avanzar mi intelecto.

Levantando los ánimos me compré un traje nuevo, una corbata atractiva y fui a la fiesta de unos amigos en un restaurante popular ya insistentes en tenerme entre sus amistades activas.

La cosa fue que, entre otras señoritas, había una muchacha discreta, guapa, menuda, simpática, con cierto aire distinguido. Me la presentaron, “la señorita Milagros”, tenía una sonrisa discreta, una voz suave de ingeniosa y culta expresión.

Yo tenía treinta años, ella veintiocho cumplidos. Se fijó en mi traje nuevo, en aquella corbata atractiva que me había recomendado la señorita de la tienda donde la compré. Halagó los gemelos que tenía puestos en los puños de mi camisa de tono pastel, -yo dije-, “son los gemelos de mi querido abuelo de cuando se casó con mi adorada abuela”.

Nos vimos más veces entre los amigos, Milagros era una dulzura, un ser angelical pero al verla frente a frente en un velador que yo la invité y, aun  considerando que era una ser magnífico, angelical, la imagen de Teodora se interponía entre nosotros. Tuve que reincidir, en volver a hacer higiene mental de mi propio pasado hacia el futuro manejando las emociones del presente.

Nos casamos un año después, Milagros no había tenido ninguna relación anterior, yo le confesé mi experiencia pasada, no le importó pero ella dijo dulcemente “algún día me querrás por lo mucho que yo te estoy queriendo”.

A los pocos años de estar casado apareció Teodora, tenía problemas fuertes con su esposo, quería divorciarse, solamente le dije, me casé y soy feliz, quiero merecer a la esposa que me ama, te deseo lo mejor para tu vida.

A veces no se valora el propio aprecio de quien nos ama, hace falta meditar, recapacitar el cómo nos quieren, que no haya confusión de afectos, que seamos leales con quien da la vida por nosotros, por quien no le importa morir por nuestro propio ser, por merecer nuestro Amor.

Milagros fue un ser maravilloso, ciertamente tenía valores no solo de un corazón distendido, ampliado sin medida, sino de un alma generosa, apacible, creyente del propio valor del espíritu.

Mi querido sillón, tú sabes que hace poco tiempo que ese Amor de grandeza me ha dejado hasta encontrarnos en ese Cielo que Milagros,  y yo por ella convencido, existe en otro plano Celeste que Dios tiene programado. Pero en ese otro sillón que compré para ella, voy a pasar a ocuparlo para sentir cuanto ella sintió por mí y acabó siendo un trocito de mi ser, de mi propia alma.

Hoy sonrío dando gracias al Todopoderoso por ese valor que me dio para saber Amar lejos de lo físico pero dentro del alma de un ser maravilloso.

Hoy, sillón querido, he ido al desván donde guardábamos las ropas no usadas que nos recordaban buenos tiempos, he encontrado el traje, la camisa y aquella corbata que entusiasmo a mi querida Milagros. No he engordado después de cuarenta años, me he vestido con ese atuendo ¿y sabes mi confidente sillón?

He ido al restaurante de aquel día de fiesta el día que nos conocimos. He reservado una mesa para dos con dos cubiertos y el menú que preferíamos los dos. Ella estaba allí, tierna sumisa con su dulce y delicada sonrisa diciéndome cuanto me quería. Hoy es el orgullo de haberla puesto Dios en mi vida.                                       

                                                                                                Mª Pilar Novales


2 comentarios:

  1. Ya solo por el nombre, antes Milagros que Teodora. Ahora que él, pobre, vaya nombrecito.

    Rezuma amor este cuentito y siempre es mejor el amor que el enamoramiento.
    Felicidades.

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  2. Me ha resultado todo unplacer leerlo, amiga.

    Abrazos

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