Cuando eras niño te
gustaba jugar, cosa muy normal por tratarse de la edad. Tenías amistad con el
balón, y corrías que te las pelabas en
carreras competitivas metido en sacos con los chicos del pueblo.
Con las chicas,
saltabas a la comba por si en los saltos
eras más ágil que ellas. Con tus compañeros jugar al futbol y al baloncesto en
el campo del colegio de la ciudad donde estudiabas, acentuó en ti una altura considerada,
haciéndote quizá, un galán hacia la admiración femenina.
Buscabas un atisbo
generoso contigo en darte el placer de meter goles y ganar algún partido donde
podía florecer tu imaginación hacia el tiempo futuro.
Entrada la adolescencia y ya en tu juventud primera, entusiasta, pensaste que la Cultura Física era lo tuyo y para ser más íntegro como ser humano, debías desarrollar tu motricidad.
Un desarrollo
armónico de cuerpo, mente y espíritu y, en fijarte en Discóbolo, llegaste a la
griega Olimpia y haciendo amistad con Apolo, pronto te integró en el Gimnasio
de la Prosperidad convirtiéndote en profesor olímpico.
Y al entusiasmo de
hacer carreras a pedal y tomar oxígeno, sujetaste tu decisión con tus dos manos y tus dos pies
hacia la práctica del velocípedo por tu
cuenta aunque de esto meditabas en no ser muy benéfico para la parte íntima de
la tu anatomía por lo del sillín...
...Pero tan solo por su asiento
estrecho, no más, pero compensando ya
que fuiste encontrando meritorio oxígeno recorriendo los magníficos paisajes
que no deja de ser una cultura geográfica donde el entendimiento va superando la
imaginación en cuanto a belleza y emoción.
Pilar Novales
A Francisco Signes
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