Navegó aquella noche desierta
poniendo rumbo
entre las aguas del mar.
Cándido insistió en llegar al benéfico coral,
y no era mentira, en cálida armonía
todo lo veía real.
Y Como bien sabía, coral venía de coro,
y él, se encontraba entre un
montón de voces
bajo las aguas del mar
al canto de las sirenas y la celestial música
del cielo entre las olas y su intriga bien saciar.
Como si no tuviera soledad en su vida, y si a ello se añadía
la belleza de las perlas creciendo dentro de sus conchas,
gestando los inmaculados aljófares, que más tarde
lucirían entre la belleza
femenina.
En ser marea alta, a él no le importaba,
a veces se encontraba entre una
bahía
donde la paz de su corazón sonreía
al encuentro de ser tritón pues bien estaba informado
por haber preguntado al Rey Neptuno.
Aquellos hijos de los dioses marinos Poseidón y Anfitrite,
a semejanza de las sirenas pero en masculino,
su cuerpo y cola de pez lucían.
El Tritón siempre tocaba la caracola para volar los gigantes
con arrojo y gran arrogancia.
-¡Oh, dioses marinos forjadores
de mareas con grandes oleajes
con sus enormes trapisondas -entusiasta
se decía.-
Cándido buscaba algo más.
Buscaba, como un verdadero
ser navegante mar adentro,
un apaño misterioso de felicidad,
recóndito en lo más hondo del mar,
y con toda seguridad
que lo encontraría al arrimo de su cantar.
Bajo las luces oceánicas, aquellos castillos
llenos de vida natural,
de flores y bellezas, riquezas marinas
en todos los entornos de aquel
mundo marino.
Allí Cándido, flotaba y en advertir,
una sirenita a la ventana de una
ola asomaba,
él se veía convertido en tritón…
Qué no haría Cándido para ser galán en cortesía,
y acercándose a una velocidad
respetuosa
entre tanta maravilla marina, encuentro de ensueños,
de naturaleza pura digna del Poderoso en la Tierra.
-¿Quién es usted?
-Preguntó la sirena Lupita-.
-“Estoy convertido en Tritón sin saber porqué
y bien se ha de adivinar que pensando en un Amor,
bien apareció usted”.
-No se hable más,
-dijo enamorada a primera vista Lupita.
En hacer una fiesta en el castillo del mar,
Lupita y el enamorado Cándido,
original, diligente,
emotivo y complaciente…
Bien que no se hizo a rogar
y feliz y contento, casadito se
encontró.
¿Cómo podría ser, si era una belleza,
con marineros y navegantes
todos de buena clase social?
Y al despertar del sueño,
destronado de su hechizo de real y feliz tiempo,
de ser feliz su realidad, preguntó a su almohada:
-¿Dónde tú, compañera de sueños,
has escondido el sueño mío de esta noche
donde todos los seres marinos,
me estrechaban en abrazos viéndome casado
con una sirenita de coral
con grandes rangos y gusto enamorado?
A. M.P. Novales Fandos
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