jueves, 14 de diciembre de 2017

RELATO

                                           
UNA MADRUGADA DE URGENCIAS
Anyélica hacía unos días que no se encontraba bien de salud. Una aspirina, un calmante, una “dormilina” para conciliar el sueño…
La cosa que seguía la tos de tipo perruno y Anyélica, lejos de obedecerle su garganta, ésta insistente le privaba la respiración.
 Pero… Ese pero de salir sola de madrugada para urgencias, ya que para ella era la primera vez que se sentía con tan agobiante prioridad. Pensó si era conveniente llamar a su compañero Grégori  o no hacerlo,  él trabajaba de noche y quizá según el servicio que tuviera…La cosa que Anyélica, decide dejar una nota, vestirse decorosamente y llamar  a un taxi.
Pronto llegó y el taxista, -saliendo del coche servicial y complaciente preguntó ante la impresión de verla mareada.
-¿Qué le sucede señora? -preguntó el taxista.
-No es nada, me priva la respiración y temo a  la insistente tos que tengo, no quiero molestar a mi compañero que trabaja en el horario nocturno.
-Le he dejado una nota por si llega antes que yo a casa y yo sigo en urgencias…
- Suba, suba, no tema, yo le ayudo.
Anyélica se sitúa en el asiento de delante. El taxista la  sujeta con el cinturón cuidadosa y amablemente.
-No correré y si se marea más  hágamelo  saber, por favor.
-¿Vale? ¡gracias! -dijo Anyélica con cierta voz tenue pero agradecida.
-Me llamo Josué. ¿Me permite preguntarle su nombre?
-Sí, claro. Mi nombre es Anyélica.
Cuando llegaron al hospital. Josué insiste en aparcar el coche para acompañarla,  Anyélica está mareada y  él se siente responsable de ella,
ve que es una tierna chiquilla  con una edad madura y dulce en su expresión educada aun por la tímida y  poca conversación  que ella da.
Anyélica se niega a tanta atención, no quiere causar  molestia alguna. El taxista insiste entrando a la consulta de urgencias, y pidiéndole la documentación que requieren en el mostrador, Josué, de la mano de Anyélica, la entrega pasando como indican a la sala de espera. Se sientan.
El taxista es un chico de treinta y cinco años. No sabe qué ha sido pero la mira con su figura un tanto débil, la toma de sus manos.
Aquellas manos de dulce armonía y fino lirio ¿dónde se podrían encontrar sino en un ser fuera del mundo donde él nunca pudo imaginar que  así fuera?
Le enardece aquella imagen de mujer, menuda y grande a la vez. No hay mucha gente.
Josué le pregunta cómo se encuentra. La tos la abandona por algún momento aunque la garganta le oprime.
¿Qué ha visto aquel taxista en aquella dama de sesenta años? Ella se pregunta:
-¿Qué debo hacer yo en este lugar con un caballero de finas formas que además, hay una energía especial entre ambos como si de toda la vida conocido fuera?
Josué quiere quitarle la presión de la garganta, considerando ser de tipo nervioso, y  en ausentar el momento expresa:
-¿Sabe Anyélica? Me gusta la música clásica, las baladas, las sevillanas que no dejan de poner alegría en la circulación venosa y en la mente como un buen concierto energético de ánimo y contento.
Siempre llevo la radio conectada, la política la entiendo como cultivo de estar en la actualidad  pero nada me interesa.
Me gusta buscar la ternura de la vida, el color de la Naturaleza, el agua dulce  de los ríos, de los manantiales…
Ese frescor de los mares que sabe a poetas y poetisas… Ese azahar de la vida, la rosa con sus preciados aromas buscando siempre no herir las espinas, aunque a veces…
A veces hace falta pasar por dolencias para aprender a cicatrizar mejor las heridas y los tropezones de la vida, para aprender, ser agradecidos…
Los ojos de Angelina iban tomando luz.
-¿Le gusta la riqueza de la cultura ¿no?  -Hizo la pregunta Anyélica.
-Sí, creo que a usted también verdad? -Preguntó Josué.
-¡Oh, sí, claro que sí!
Aquella conversación estaba quitando, o quizá olvidando, la presión de aquella  garganta triste y dolida.
¿No sería un sueño de los que solía tener con los ojos abiertos? Se tocó la cara percibiendo que era real.
La megafonía pronunció por segunda vez el nombre de “Anyélica Espalter pase a consulta número cinco, por favor”.
La miran con detenimiento, le hacen placas de tórax, placas en la garganta, presión arterial, glucosa. O sea que un chequeo a fondo.
La tensión la tiene muy baja, las taquicardias son frecuentes, descartando  no llegar a ser arritmias cosa que sería más peligroso.
Su tiroides está en disfunción, la leve infección que aun malamente anda caminando en la zona de garganta bajando hacia el pecho. La van a coger a tiempo para no declararse el proceso de neumonía.
El diagnóstico es favorable a excepción de que su ansiedad interna va condicionada por esa mariposita diminuta tiroidea  situada en la garganta un tanto traviesa.
Será cuestión de tener paciencia y obediencia al tratamiento médico.
En quitar la leve infección, hará una vida tranquila y relajada propia de mentes lúcidas para que vaya cargando sus pilas fuera de disyuntivas y de ambientes de seres tóxicos como eran ciertos familiares.
-“Ha hecho bien en venir a urgencias, evitar enfermedades es el arte de curar alentando el no padecimiento del paciente” -ha diagnosticado el doctor en cogerla a tiempo y luego controlarla su especialista.
Le dan de alta con prescripción de tomar unos alivios y antibióticos, más su pastilla tiroidea fija y en la alternativa de levantar defensas y ánimos emocionales unos complejos vitamínicos.
Josué, es invitado a leer el justificante médico que le muestra Anyélica, y como si de toda la vida se tratara, ella le da un abrazo con una fraternidad enormemente agradecida  de su apoyo y pregunta:
-¿Y tu trabajo de hoy Josué?
-Hoy ya andaba acabando la jornada y pedía al cielo que estando en tiempo de Navidad y sin familia, se me otorgara un milagro de conocer a alguien con quien pasar  estos días navideños y comenzar con buen pie el nuevo año.
Josué se preguntaba si podría haber encontrado a ese ser, no hay nadie que le pudiera  acoger.
Quien sabe lo que la vida a veces puede guardar envuelta en alguna sorpresa.
La invita a desayunar, llegarán a tiempo para conocerse con Grégori  y poder darle las gracias a Josué. Dan un paseo.
Josué cuenta cómo salió de su país de Jerusalén. Es taxista de profesión porque sus estudios de doctor en biología no están convalidados fuera de su lugar de origen.
Le mueve la ayuda humanitaria, el sentir sociable de los menos favorecidos de la sociedad. Más él, está solo, sin cariños ni pertenencias pero siempre, siempre anda con esperanzas.
Anyélica es acompañada en el taxi por Josué a casa. La pastilla que le han dado en el hospital le hace  efecto y se siente mejorada.
Aquel hombre le ha inyectado una dosis de ilusión, hay en él un aura especial.
Le da un abrazo y un beso en la frente. Perdona, Anyélica, son cariños del más puro sentimiento del alma, es usted un ángel.
Anyélica piensa que va a levantar sus ánimos y se va a mejorar. Al entrar  al portal llega  Grégori. Otro ser magnífico.
Se sorprende y en contarle lo sucedido, da las gracias a Josué, lo invita a subir al piso y tomar café.
Harán amistad, que sin conocerse de nada, parece ser que son tres seres entrañables protegidos por la más fina capa celeste.
Las Navidades de los tres ya  nunca estarán solas. La amistad  va fraguando entre afectos y empatía.
Un tríptico de composición familiar contenido. La familia está lejos o está ausente en el tiempo presente.
Las amistades se fraguan en estrictos y transparentes sentimientos. Se une en ayudas humanitarias. Viajan, hacen  excursiones  juntos.
Reirán, amarán en el más estricto sentir humano entre respeto y cálidos afectos.
Semejanzas de energía humana, ayudas entre ambos en el más transparente sentir fraterno.
 Grégori, Anyélica y Josué, han formado una familia de sentimientos positivos. Aquella modesta casa con fogón navideño es una riqueza.
Era la dicha de salir de cierta soledad, de dejar un año atrás, de levantar los ánimos fraguando tantos sentimientos humanos, de culturas, de diferencia de países distintos…

Pero los tres forman una alegría en acción bendecida por la fraternidad y el cielo del Amor en una Feliz Navidad.

                                                                                                        Pilar Novales

No hay comentarios:

Publicar un comentario